El mejor ejercicio para mí es caminar. Caminar a una velocidad variable según el momento y la pendiente. Es el ejercicio que más se adapta a mi nueva forma de ser. Se trata de un ejercicio al aire libre que se puede hacer en la ciudad o en la naturaleza. No hay normas. No hay reglas, ni códigos, ni lecciones, ni rigidez ni horarios. Desde hace años practico la meditación al mismo tiempo que camino.
Si también quieres sumarte a este ejercicio, que además resulta ideal en caso de padecer fibromialgia, sigue leyendo que te lo explico:
Para meditar caminando es necesario, como en toda meditación, apartar toda preocupación, ansiedad… situarse en el presente y concentrarse en la respiración. Normalmente, corremos más que andamos. En este caso no hemos de tener prisa; tenemos que caminar con paso natural para poder acompasar la respiración con nuestros pasos. Por ejemplo, para algunos será más cómodo hacer tres pasos inspirando y tres pasos espirando. Es cuestión de no forzar la respiración, sino de adaptar los pasos a ella.
Al caminar es bueno tomar conciencia del contacto de nuestros pies en el suelo. Lo ideal sería caminar en medio de la naturaleza y, en los momentos en que queramos pararnos para contemplar una flor, un paisaje o las nubes continuar con el ritmo de nuestra respiración; sin perder la concentración, para poder continuar sin romper la meditación.
Cuando admiramos la belleza es bueno de vez en cuando cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma, para transportarnos fuera del tiempo.
Al caminar y respirar conscientemente aportamos grandes beneficios a nuestro cuerpo y a nuestra mente. Mentalmente descansamos; físicamente damos un masaje, a cada paso, a toda la musculatura, especialmente a la de la espalda. Y a cada respiración el diafragma hace un masaje interno que nos llena de paz.
¿Has practicado alguna vez la meditación caminando?
Si quieres comenzar a practicar, podrás ampliar información con la lectura y descarga gratuita de: