El cuerpo grita que hay que cambiar algo
Hace ya 8 años que publiqué el primer libro «Hablemos de fibromialgia«. Desde entonces mi labor ha sido divulgar un mensaje de esperanza a través de mi experiencia personal. Todo este viaje empezó con La Contra de La Vanguardia.
Podéis leer La Contra original desde aquí.
M. ÀNGELS MESTRE · EX FIBROMIÁLGICA
«El cuerpo grita que hay que cambiar algo»
VÍCTOR-M. AMELA – 20/09/2007
Tengo 59 años: ¡estoy muy contenta con mi edad! Nací y vivo en Barcelona. Fui arquitecta, pero ahora imparto talleres de filosofía práctica. Estoy casada y tengo dos hijos, Anna (33) y Ferran (31), y una nieta, Maria (3). Soy apolítica. ¿Dios? Somos todos nosotros: con autoconocimiento, lo descubres. He sido fibromiálgica y he sanado
– Qué es la fibromialgia?
– Una enfermedad con síntomas como dolores musculares, articulares y vertebrales, cefaleas, colon irritable, insomnio, angustia, taquicardia.
– Horroroso.
– ¡Yo los tuve todos! Y fatiga crónica, que suele ser la primera fase en muchas mujeres.
– ¿No se da en hombres?
– El 92% de pacientes son mujeres. Y no encuentran alivio en ningún lado, y encima las llaman neurasténicas, histéricas, exageradas… Desesperadas, muchas caen en depresión. Y se dan muchos suicidios…
– ¿Qué hace la medicina ante este infierno?
– Diagnostica la fibromialgia como dolencia crónica.
– O sea, que no se cura.
– Eso me dijeron a mí varios médicos. Y te recetan pastillas para aliviarte cada síntoma. Yo llegué a tomarme veinte pastillas al día…
– ¿Y qué tal?
– Tantas sustancias químicas sintéticas me empeoraban, con sus efectos secundarios.
– ¿Y qué hizo usted?
– Ya llevaba un año con dolores cuando me diagnosticaron fibromialgia, a finales del año 2000. Y comenzó un historial de tratamientos médicos y farmacológicos…
– ¿Con qué resultados?
– Un año y medio después seguía tan mal que dejé de ir a trabajar al despacho. Desde casa seguí trabajando, y llevando la casa.
– ¿Eso le alivió?
– No. Una mañana no pude levantarme: ¡una parálisis me atenazaba ambas piernas! Durante tres días no pude moverme. Fue tan espantoso… que eso me salvó.
– ¿Qué quiere decir?
– Que decidí que no quería seguir así.
– Ya, pero ¿qué podía hacer usted?
– Tomar yo las riendas. Dejar de esperar remedio de los demás. Dejar de ser una paciente: empecé a dirigir yo mi curación. Y hoy le digo que me considero curada.
– ¿No le duele nada?
– Nada. Y no tomo fármaco alguno. Los médicos dicen que ahora soy una fibromiálgica «asintomática», sin síntomas. Se resisten a aceptar que esté curada… Otros médicos me hablan de «remisión espontánea», como sinónimo de «milagro». ¿Milagro? ¡Ja!
– ¿Ja?
– No hay milagro: he trabajado mucho para aprender sobre mi mal, comprenderlo…, y cambiarme a mí misma, corregir mi vieja estructura psíquica, que era dañina para mí.
– Debería explicarse…
– Sí, quiero ayudar a otras enfermas.
– Los médicos se enfadarán con usted…
– ¡Soy hija de médico, sobrina de médico y hermana de médico! Y ellos me han visto sufrir tanto, tanto… Se han sentido tan impotentes, que al verme y escucharme hoy no sólo no se enfadan: ¡están contentos por mí!
– ¿Qué es lo primero que debería saber una fibromiálgica?
– Que su cuerpo está gritándole que hay aspectos de su vida que le conviene cambiar.
– ¿Qué aspectos?
– Toda mi vida yo había hecho cosas (y dejado de hacer otras) por agradar, por encajar, por ser reconocida… Y actuar en espera de aprobación externa es despreciar tu esencia.
– ¿Qué tiene que ver con la fibromialgia?
– Esta enfermedad deriva de una retención de la acción, de no hacer lo que sientes, de reprimir emociones. No estás queriéndote: el cuerpo somatiza el conflicto, y se queja.
– Si así fuera, ¿qué habría que hacer?
– Alinear pensamientos, emociones y acciones. Cuesta, y hay que ponerse a ello. Primer consejo: si piensas algo, ¡hazlo! Y si ves que no vas a hacerlo, ¡deja de pensarlo! Otro: esfuérzate en decir «no» sin sentir culpa.
– ¿Esto es algo que le cuesta más a la mujer que al hombre?
– Sí, porque las mujeres hoy se autoexigen más, por ganar reconocimiento de un mundo masculino… Y por eso yo era una perfeccionista, autoexigente, rígida, orgullosa.
– ¿Y ahora?
– Lo entendí y empecé a liberarme, y hoy soy condescendiente con los demás y consecuente conmigo (pienso, siento, actúo).
– ¿En qué se apoyó para este camino?
– En tratamientos psicoemocionales, homeopatía, acupuntura, flores de Bach… En la digitopuntura (shiatsu).En la respiración y la meditación guiada. En la visualización. Y en una cuidada alimentación.
– ¿Qué tipo de alimentación?
– Suprimí alimentos con conservantes, colorantes, espesantes y, sobre todo, con glutamato monosódico, un potenciador del sabor muy tóxico para mí. Deberíamos leer siempre las etiquetas…
– ¿Dejó de comer algo más?
– Reduje gradualmente lácteos, grasas saturadas, harinas refinadas, azúcar, café…
– ¿Y qué come usted?
– Alimentos biológicos y cocina macrobiótica. Harinas y cereales integrales. Legumbres. Semillas de sésamo, girasol y calabaza. Leche de arroz. Pescado blanco. Sal marina. Verduras frescas, pero las de raíz, y las blancas, y las redondas… Curé mi colon con sopas de miso, arroz integral y sésamo, ¡que te aporta el doble de calcio que la leche!
– ¿Qué alimentos ayudan más contra la fibromialgia?
– El miso y el tofu, con proteínas muy digeribles. La ciruela umeboshi, antioxidante y antiséptica. La seta shiitake, un depósito de energía. El kuzu, almidón blanco que alivia la fatiga. Las algas kombu, wakame, arame e hiziki, que aportan más minerales que las verduras y tonifican los nervios…
– ¿Y recomienda algún ejercicio?
– Caminar y respirar.